Violencia y grupalidad en adictos presos.

 

Capítulo VIII

VIOLENCIA Y GRUPALIDAD EN ADICTOS PRESOS

Encuentro con María Beatriz Fontao

G.G.R.: Escuché muy atentamente tu intervención en las II Jornadas Temáticas del Colegio de Psicólogos Distrito I en Bahía Blanca el 1 y 2 de diciembre de 2006, donde se abordó “Personalidades narcisistas y límites”. Expusiste un trabajo que despertó un gran interés y reconocimiento en el público acerca de tu actividad como psicoterapeuta grupal con jóvenes adictos que están presos. ¿Quisieras explicarnos esa experiencia tuya o rescatar lo esencial de ese trabajo?

M.B.F.: Lo que me propuse fue contar y así pensar la experiencia de grupos terapéuticos dentro del pabellón destinado a la rehabilitación de las drogas dentro del Servicio Penitenciario Bonaerense en la Unidad 4 de Bahía Blanca.

En esta exposición se entrecruzaron tres líneas de pensamiento que abren interrogantes, cuya posibilidad de respuesta me ubica -subjetiva y teóricamente- de una u otra manera dentro del sistema en el cual deseo intervenir:

1- La Institución carcelaria con sus prácticas instituidas,

2- La posición subjetiva y teórica del terapeuta en dicha institución y

3- La creación de un dispositivo de intervención terapéutica como soporte y herramienta de trabajo destinada a jóvenes que han perdido su libertad a causa, ente otras, del consumo de drogas.

El contexto institucional en el cual me desempeño, la cárcel, es una Institución Total destinada al control y a la seguridad de quienes han perdido la libertad como forma de sanción social frente a un acto que puso en cuestionamiento la cohesión social. Dicha institución se caracteriza por un aparato disciplinario que contempla todos los aspectos de la vida de un individuo. El microsistema social que se genera es una nueva cultura "adaptada" al medio carcelario y paradójicamente desadaptada al contexto social al cual se pretende reinsertar al sujeto. Y aunque parezca obvio, creo necesario no perder de vista que la condición de los sujetos con quienes me encuentro es que están privados de la libertad, es decir presos.

El microsistema social que se genera es una nueva cultura "adaptada" al medio carcelario y paradójicamente desadaptada al contexto social al cual se pretende reinsertar al sujeto.

G.G.R.: Justamente en estos encuentros convocados sobre la Violencia el trabajo con personas privadas de libertad no podía estar ausente.

M.B.F.: Y no, porque pensar en la privación de libertad ya es una manifestación de violencia. Aparece entonces el primer interrogante a despejar: ¿Cómo poder orientar algún sentimiento de libertad o de posibilidad de elección dentro del contexto carcelario cuyo discurso de justificación no pareciera ser la subjetividad humana? Es decir, ¿cómo crear espacios de subjetivación dentro de un discurso donde lo diferente o lo no uniformado quedan por fuera de la regla institucional?

Pensar la dimensión institucional y sus atravesamientos en el dispositivo permite comprender que el contexto no opera solo como efecto de influencia sino que es fundante del sujeto, es decir hace texto en el grupo y en los miembros que lo componen.

Reflexionar sobre el quehacer profesional dentro del sistema carcelario me conduce inevitablemente a pensar sobre el qué y el cómo hacer. La experiencia de trabajar dentro de tal sistema es una variable que el profesional debe reconocer debido a que la sensación de estar preso también es experimentada por éste en razón de las dificultades institucionales que impiden expresar en libertad una opinión acerca de lo que allí ocurre. El sentido común y el hecho de estar varias horas por día dentro de la cárcel me hacen descubrir que el cuestionar el sistema (simplemente hacer preguntas de cómo se hacen las cosas) no es vivido como posibilidad de un nuevo pensar sino como un una posible conspiración nada agradable que podría traer consecuencias.

Pero allí estoy trabajando, oficialmente, en el sistema y para la subjetividad. 

G.G.R.: Tu tarea, tu posición, connota con algo contracultural, en el sentido de que puede ser muy inquietante para la institución así como para nosotros miembros de la sociedad, es decir del afuera de la institución.

M.B.F.: El profesional está dentro y fuera. Yo soy miembro de la sociedad y estoy comprometida con la misma y desde ese compromiso trabajo con presos. Es difícil no caer en la trampa de una narrativa que se resume en "son delincuentes y no van a cambiar”.

Creo que es un acto de decisión subjetiva el hecho de elegir volver a entrar cada día dentro del pabellón y no es menor problema resolver esta posición porque es desde allí donde encuentro posible una intervención. El profesional está implicado en su quehacer y también atravesado por las mismas variables institucionales que el detenido.

Para el preso-paciente la figura del psicólogo y el lugar que éste ocupa se liga inmediatamente al mismo sistema que lo condena (judicial), que lo retiene (penitenciario) y que lo excluye (socio político).

Es difícil no caer en la trampa de una narrativa que se resume en "son delincuentes y no van a cambiar”.

El grado de marginación que padece este grupo de personas, favorece que el terapeuta pueda aparecer como enemigo o como promotor de angustias persecutorias, es decir que pueda ser vivido como un agente de la sociedad que en definitiva los rechaza y los condena. Ellos saben muy bien qué es lo que tiene que decir, qué callar, cuándo hablar y qué pedir. Pareciera que no se trata de que el preso-paciente otorga un lugar de saber, más bien otorga un poder del cual podría pender su libertad o su mayor bienestar dentro del penal. El informe aparece como una herramienta de poder.

Tanto el lugar del terapeuta, como la posición de paciente, se construyen juntos después de un largo recorrido en los espacios de encuentros individuales y grupales.

G.G.R.: ¿Cómo es el lugar donde trabajás… y con quiénes trabajás?

M.B.F.: El pabellón Comunidad Terapéutica, esta compuesto por internos que viven allí. Quienes están alojados presentan trastornos de adicción y de conductas marginales (código particular que les da una identidad). Las edades son entre 18 y 30 años.

Estos jóvenes son productos de una cultura globalizada, cuya propuesta es un sujeto consumidor. La normalidad (norma social) es el consumo continuo y la ilusión de inmediatez de las satisfacciones. Sólo que en estos casos quedan presos de consumos a los que no pueden acceder, de drogas ilegales, pero que en todo caso les da un lugar, asumiendo el diagnóstico de "drogadictos" como identidad singular y colectiva. En la misma línea podríamos pensar la identidad del pibe chorro y su conducta delictiva.

Dentro de lo que es la arquitectura penitenciaria el pabellón es confortable, separado de otros pabellones y cuenta con elementos necesarios para una convivencia adecuada.

El equipo terapéutico está conformado por tres psicólogos y un asistente social. Mi tarea primordial es coordinar el grupo terapéutico de la primera etapa del tratamiento, es decir lograr que el joven se posiciones como paciente, se interrogue, se implique en su tratamiento despejándose de esa manera la idea de "vengo a que me hagan una rehabilitación para no drogarme".

También en equipo interdisciplinario junto con otra colega y la trabajadora social se trabajan temas ligados a la convivencia, el trabajo, la educación, hitos sociales y se coordinan las reuniones multifamiliares.



El grupo terapéutico que coordino ya lleva siete años de existencia y ha pasado por distintos momentos. Dichos momentos fueron modificándose en función del recorrido, tanto de los internos como de mi posición (subjetiva y teórica) dentro del contexto.

El grupo se encuentra dos veces por semana con una duración de 80 minutos aproximadamente. El lugar es relativamente estable. A través de estos años se ha podido construir una historia grupal que opera como continente. Algunos internos se han ido en libertad, otros nuevos han venido, pero el grupo se mantiene.

También en equipo interdisciplinario junto con otra colega y la trabajadora social se trabajan temas ligados a la convivencia, el trabajo, la educación, hitos sociales y se coordinan las reuniones multifamiliares.

La sensación de continuidad se hace presente debido a que el grupo no se ha disuelto en su totalidad, sino que los pacientes que permanecen son quienes transmiten a los integrantes nuevos las condiciones del trabajo grupal. Los internos cuidan el encuadre porque da acceso al proceso interno que allí se pone en juego. Con cada ingreso o egreso de miembros al grupo, se reconstruye la dinámica grupal: algo se mantiene y algo se modifica. El grupo va conformando un cuerpo, una piel grupal, que separa lo interno de lo externo. Y es esta piel la que contiene y posibilita los intercambios.

Una de las tareas más difíciles ha sido poder crear un dispositivo que contemple que la asistencia al grupo y el tiempo de tratamiento (apropiación subjetiva) no van de la mano con la salud psíquica del sujeto sino de los tiempos legales (discurso jurídico). Y estos tiempo legales dentro de la cárcel se asocian a "tener buena conducta" "cumplir" para lograr un beneficio legal que lo aproxime a su libertad.

Desde la teoría vincular psicoanalítica en la zona de encuentro grupal confluyen tres tipo de representaciones mentales y vinculares establecidas por el yo con su cuerpo, con los otros y con el mundo circundante.

Pertenecer al grupo implica poner en juego estos espacios psíquicos, en donde cada uno es a la vez producido y productor de su subjetividad y la del conjunto. Si bien dentro de la comunidad terapéutica todo tiene un horario para ser cumplido, al pensar las coordenadas que permitirían el despliegue de la dramática grupal, mi intención fue generar la posibilidad de experimentar la libertad de elegir ir o no ir al grupo. En un principio, me costó mucho escuchar y articular el trabajo grupal cuando alguien decía ir "obligado" o por razones distintas a las propuestas como es la posible obtención de beneficios.

Los delincuentes-adictos se presentan a través de construcciones discursivas en las cuales no se implican, son descriptivas de las causas, de la vida delictiva y adicta y era común escuchar (explícita e implícitamente) que si decían determinadas cosas el informe sería positivo y el juez se apiadaría favoreciendo sus causas.

Frente a esto me pareció adecuado desligar el espacio grupal de la obtención de un beneficio.

Era necesario pasar de la obligación a la demanda. De estar preso a estar detenido para pensar.

Las intervenciones apuntaron a que si había algún beneficio por asistir, lo irían descubriendo en el trabajo terapéutico, que algo de ellos se juegue al hablar en grupo.

G.G.R.: ¿Cuáles son los objetivos terapéuticos del espacio grupal con tus pacientes y cómo es el encuadre?

M.B.F.: En la actualidad el espacio grupal es un espacio de elección, de decisión y de posibilidad de pensar.

El efecto grupo es un acelerador de procesos de quiebres subjetivos que se establecen por identificación.

Es decir que esta vacilación subjetiva (conmoción del lugar de chorro-adicto en el cual se reconocen y que le da pertenencia) es uno de los primeros quiebres que realizan los internos.

El compañero ya no es mirado como un "gil" por haberse "quebrado" sino como un par que le sirve de espejo. 

Los internos asisten por deseo y las ausencias son tema de análisis grupal. Es decir, el efecto que el grupo ha generado en cada uno de los participantes es un lugar en donde son escuchados, requeridos e importantes unos para otros. Como mencionan los autores grupalistas se ha generado una mutua representación interna que actualiza frente a la presencia del otro el grupo interno de cada uno.

El efecto grupo es un acelerador de procesos de quiebres subjetivos que se establecen por identificación.

La forma de interacción entre ellos dentro del grupo terapéutico es exclusiva de ese espacio debido a que los internos conviven 24 horas y por lo general tienen dificultades en la convivencia producto del encierro y de la escasa capacidad de tolerancia y simbolización.

Lo curioso es que en el momento en que indico que vamos a empezar, en el grupo emerge una dinámica de interacción distinta a la que tiene por fuera del mismo. Es el momento particular para pensar y resignificar escenas vitales.

El grupo terapéutico representa un medio privilegiado para el despliegue del mundo interno de cada uno, que da acceso al conocimiento como antagónico al desconocimiento ligado a mecanismos de negación, represión, desmentida facilitando el proceso de individuación - socialización.

El dispositivo enmarca, sitúa, propone la estabilidad de ciertas variables para que otras puedan ser procesadas. Dispositivo y proceso son conceptos solidarios. Los encuadres están al servicio del proceso y garantizan su desarrollo (Bernard, 1991). Dentro de las comunidades terapéuticas y en mayor medida dentro del contexto carcelario, la adaptabilidad se evalúa por la importancia del cumplimiento de la estructura y las reglas y creer que la evolución de un paciente en relación a su adicción se basa en que "cumple" o no con las pautas fijadas y aceptadas por ellos. No discuto la importancia de la observación rigurosa de normativas y el análisis de sus quiebres pero insisto en que es el marco dentro del cual se va a producir un proceso pleno en subjetividad. Los presos-pacientes saben bien que tienen que cumplir las normas y hacerle "caso a los psicólogos" pero saben muy bien también cómo transgredir, cómo cubrirse y cómo "chamuyar" el arrepentimiento.

He observado en los grupos que coordino que tiene mayor efecto de apuntalamiento subjetivo, que los muchachos se pregunten qué les pasó, que imponerles una sanción correctiva en reparación a la trasgresión cometida.

Como afirma Nietzsche "el punto de subjetivación es colocar al sujeto a la altura de sus actos". Lo pienso en el sentido de que una sanción tiene su efecto reparador sólo cuando es asumida por quien la comete y puede responsabilizarse e implicarse en sus conductas. Pareciera que una sanción- castigo refuerza el lugar de excluidos y transgresores que recorre toda su historia vital.

El grupo de adictos-delincuentes aparece como un grupo homogéneo pero es importante no homogeneizarlos. El algo en común que tienen no significa subjetividades homogeneizadas. No todas las transgresiones a las normas son iguales, ni quienes las cometen son por los mismos motivos.

Mi intento es que a través del grupo terapéutico se pueda crear un dispositivo asistencial que funcione como respuesta al desapuntalamiento social que los atraviesa.

He realizado algunos recortes clínicos que creo que ilustran lo anteriormente dicho y que he podido registrar por escrito, previo permiso de los pacientes. Vale aclarar que cualquier registro dentro del contexto carcelario es vivenciado de manera persecutoria por los internos, por lo tanto permitirme registrar da cuenta de la apertura a ser registrado subjetivamente por alguien. Aclaro también que los nombres son de fantasía para cuidar la identidad de los pacientes.

Como afirma Nietzsche "el punto de subjetivación es colocar al sujeto a la altura de sus actos".

Ariel: venir al grupo es como un túnel... yo el otro día hablé un montón de mi vida, cosas que me avergüenzan y ustedes me escucharon y me sentí mejor, pero después me pegué un viaje con lo que dije. Me decía: mirá si este chavón habla algo, le rompo la cara. Estuve intranquilo con eso, pero también estuve más tranquilo... es raro

Juan: pero vos no te preocupes porque acá nadie habla afuera del grupo. A mí siempre me pasa lo mismo. Acá no se por qué, pero hablo cosas importantes de mi vida y después me quedo pensando.

Ariel: yo nunca hablé así con nadie. Y ustedes que son como yo, barderos, me escuchan, pero yo ahora puedo pensar, antes ni pensaba. Yo creía que iba a poder manejar mi vida y ahora me doy cuenta que no puedo y que yo extraño a mi familia. Al principio yo no confiaba en nadie, bueno, ahora tampoco, pero es distinto. Si eso, ahora es distinto, yo soy distinto... soy yo pero distinto... me doy cuenta de las cosas, es como que se me iluminó el bocho. Y me tengo que hacer cargo pero me desconozco...

Carlos: a mi también me pasa eso, yo no confío en nadie porque todos me han cagado, y siempre tuve miedo y ahora tengo miedo de salir. Pero ahora ya no soy el mismo al salir y no se qué voy a hacer. Yo no puedo decir que no voy a bardear más pero la voy a pensar, creo... Sí, seguro.

Ariel: y a vos que te pasó?

Juan: nada, todo bien.

Ariel: mira loco, viste que el otro día yo me re encasqué con vos, pero eso no tiene nada que ver con el grupo. Vos no tenés que faltar por eso. Porque sino... ¿donde vas a pensar?

Carlos: a mi me dió bronca no verte, porque justo estabas hablando de tu familia y después te peleaste y no quisiste venir. Fijate porque por ahí es una excusa para no conectarte... Yo hago lo mismo, por ahí la pelea te recordó eso que dijiste la vez anterior... que siempre te dejan tirado... pero acá está todo bien, podes pensar y aunque la señora no te da la solución te hace pensar.

Ariel: yo me sentí culpable cuando no viniste.

Juan: ya está, es un bondi mío... (silencio) …gracias.

Intervención: ¿cuál es ese bondi?

Juan continúa hablando del temor de sentirse traicionado.

Ariel: te tengo que decir algo que es con vos, pero no es con vos. Es conmigo pero vos me lo despertás. ¿Me entendés? No te estoy bardeando solo que vos me haces acordar a mí. Yo antes era así, con agachadas, con la doble siempre, así viste, ventajero... y yo te veo a vos y me digo: mirá vos como soy o como era.

Juan: yo te entiendo, y me quedo pensando en lo que decís. Es cierto yo tengo muchas agachadas, es que me cuesta confiar, acá todo es distinto, puedo pensar, estoy limpio pero me quedan esas cosas... si yo toda la vida fue así.

Carlos: y bueno pero la calle es así. Si no te defendés estás listo. Acá vivimos de otra manera... mirá vos donde tenemos que estar para darnos cuenta. Yo creí que tenía un destino marcado, pero podría ser distinto. El otro día hablé con mi vieja como nunca....

Ariel: estamos como en un laberinto de espejos. Nos miramos en el otro. Porque todos somos re parecidos y re distintos porque lo que vos estás diciendo a mi me pasa pero distinto.

La consigna dentro del grupo es verbalizar el máximo posible, pero la convocatoria grupal escénica potencia los mensajes no verbales.

Palabras, gestos, movimientos contactos, miradas. Toda una dramática de roles, de asunción y adjudicación de roles. Todo paciente, trata de comunicarse de algún modo, y en esa escena pone en juego sus sentidos a través de múltiples códigos que se articulan, conformando ante la mirada y la escucha analítica una nueva escena.

El material que traen a las sesiones de grupo es de gran riqueza, a veces me sorprende y otras me maravilla cómo pueden trabajar tan intensamente el mundo interno. Cada vez con mayor apertura se trabaja sobre las historias vitales de cada uno, que en su mayoría están atravesadas por el abandono, la violencia, el abuso, el sufrimiento psíquico y físico, el engaño, la soledad y la exclusión.

Las características generales de estos pacientes es que se trata de estructuras con escasa capacidad de discriminación, baja tolerancia a la espera y a la frustración, adormecimiento de la capacidad de pensar, utilización de defensas psicopáticas en el modo de vincularse, con pobre control de impulsos y dificultades en la capacidad de simbolización.

Se trabaja para poder concientizar funcionamientos vinculares inconscientes que hacen a la dramática del grupo y a cómo cada uno de los participantes pone en juego y actualiza frente a la presencia del otro.

Las intervenciones apuntan a realizar un conjunto de procedimientos para generar nuevas condiciones que permitan el advenimiento de algo nuevo, una nueva manera de significar la situación y detener el proceso de institucionalización-burocratización del pensar del preso-paciente instituyendoun nuevo modo de pensar y pensarse. He observado que a través de las intervenciones tanto del terapeuta como de los compañeros (terceros), los pacientes reaccionan sorprendidos ante la posibilidad de que las cosas pueden pensarse y hacerse de modo distinto.

Surgen alternativas que vencen la rigidez y la estereotipia con la que se vinculan habitualmente con el mundo.

G.G.R.: ¿Cómo es el clima emocional grupal?

M.B.F.: La dramática del grupo está teñida por la agresión, el impulso, lanegación, la tristeza, que no sólo se pone en palabras sino también en el lenguaje corporal.

Ariel y Juan relatan vívidamente y con jactancia escenas de violencia que han generado en situaciones de robo. A través de "anecdotario" impactante se empieza a vislumbrar la violencia familiar estructurante de su personalidad. Las palabras que resonaban era: sangre, abandono, desconcierto.

Ariel: Mi vida es toda así, con sangre... (se jacta, se queda pensando) ¿y yo qué? (aparece la angustia)

Intervención: parece que vos tenés sangre en la voz como dice el poeta...

Ariel: ¿y yo? Y yo no doy más... a veces no sé quién soy... ¿para qué soy malo? No es fácil... Se angustia y llora.

El resto del grupo queda movilizado, un manto de silencio contenedor se despliega. Quedaban muy pocas palabras...

La dramática del grupo está teñida por la agresión, el impulso, la negación, la tristeza, que no sólo se pone en palabras sino también en el lenguaje corporal.

Muchos grupos, muchas escenas... pero me quedo sorprendida de la diferencia entre contar y vivir la experiencia. Un grupo se palpita, se siente, se entretejen discursos, emociones, afectos, ideas. Cada grupo es diferente a otro, son fuertes y humanizantes.

El grupo protege y delimita entre el mundo interno y el mundo externo. Abre una lógica distinta para pensar y ser. Es una herramienta aceleradora de procesos de subjetivación, de inscripción psíquica, de apuntalamiento frente al desapuntalamiento social en el que estamos todos inmersos.

Por otro lado podría decir que mi trabajo es el reflejo de mi manera de hacer y pensar dentro del contexto carcelario. Es un recorrido que encontré estando dentro de la cárcel, sosteniendo mi deseo que se traduce en creatividad con los internos.

Hay mucho para seguir reflexionando y pensando sobre cómo intervenir. Pero me queda claro que toda intervención apunta a una construcción que se realiza día a día y opera como una terceridad que se introduce para descubrir algo nuevo.

Bibliografía.

Anzieu, A., Bejarano y otros. "El trabajo psicoanalítico en los grupos". Siglo XXI, 1975.

Bernard, M. "Los encuadres reflexivos y terapéuticos." Seminario dictado el 14 de noviembre de 1989 en las Reuniones Científicas del Departamento de Grupo AAPPG.

Bernard, M. "Algunas consideraciones sobre el encuadre grupal psicoanalítico". Trabajo presentado en las 3ras Jornadas Anuales del Departamento de Grupos, AAPPG, Agosto 1991

Donghi y Vasquez (compiladoras). "Adicciones". Una clínica de la Cultura y su malestar. JVC, 2000.

Edelman, L., Kordon, D. "Agrupabilidad de pacientes con graves trastornos yoicos".

Trabajo presentado en las 3as Jornadas anuales del departamento de Grupo. AAPPG, 1991.

Fernández, A.M. "El campo grupal". Nueva Visión, 1999.

Fernández, A.M. “La Dimensión Institucional de los grupos” en “Lo Grupal” 7. Ed. Búsqueda, 1989.

Foucault, M. "Vigilar y Castigar". Ed. Siglo XXI, 1998.

Kaes y otros. "Realidad psíquica y sufrimiento en las instituciones" en “La institución y las instituciones”. Paidós, 1993.

Ravenna de Selvatici, Marina. "Especificidad del dispositivo grupal psicoanalítico"

Reale, Zafaronni y otros. "El mal-estar en el sistema carcelario". Ed. el Otro, 1996.

Trevisan, F. "Algunas particularidades del encuadre psicoanalítico grupal",1980.

Otras referencias bibliográficas.

Material bibliográfico en general y apuntes de clase, de la "Carrera de Formación para Terapeutas de Grupo", dictado por la AAPPG en Bahía Blanca desde 1999 hasta 2002.

Autor/es: 
Lic. María Beatriz Fontao
Fecha: 
Miércoles, 9 Mayo, 2007